No, es importante entender que el melasma es una condición crónica y recurrente. El tratamiento con láser no es una cura definitiva, sino una de las herramientas más efectivas para controlar, aclarar y gestionar la pigmentación. El láser ayuda a eliminar el pigmento existente, pero el melasma puede reaparecer debido a factores desencadenantes como la exposición solar, cambios hormonales o predisposición genética. Por ello, el éxito a largo plazo depende de un mantenimiento constante, principalmente a través de una rigurosa protección solar.

El melasma tiene un componente inflamatorio y vascular significativo, a diferencia de las manchas solares simples (léntigos). Un láser demasiado agresivo puede inflamar la piel y, paradójicamente, empeorar la mancha (hiperpigmentación post-inflamatoria). Por esta razón, se utilizan láseres específicos de baja energía (como el Q-Switched Nd:YAG a baja fluencia) que fragmentan el pigmento de forma muy suave y progresiva, sin generar un calor excesivo que irrite la piel.

No se recomienda el tratamiento en personas con infecciones activas en la piel, ciertas enfermedades autoinmunes, tendencia a la cicatrización queloide o que estén tomando medicamentos fotosensibilizantes. Una evaluación previa con un especialista es fundamental para determinar la idoneidad del tratamiento.

El número de sesiones varía según la profundidad y extensión del melasma, así como el tipo de piel del paciente. Generalmente, se recomienda un protocolo de entre 6 y 10 sesiones, espaciadas de 2 a 4 semanas. Los resultados son graduales y progresivos. Es poco probable ver un cambio drástico tras la primera sesión; la mejoría se va acumulando a medida que avanzan los tratamientos, ya que el objetivo es aclarar la piel de manera segura y controlada.

El cuidado post-tratamiento es tan importante como el propio láser para evitar complicaciones y potenciar los resultados. Las indicaciones fundamentales son:

• Protección solar estricta y absoluta: Usar un protector solar de amplio espectro SPF 50+ (reaplicado cada 2-3 horas), sombreros y evitar la exposición directa al sol.

• Hidratación: Aplicar cremas reparadoras y calmantes indicadas por el especialista.

• Evitar irritantes: No utilizar productos exfoliantes, ácidos o retinoides durante los días posteriores al tratamiento, a menos que el médico lo indique.

• No frotar ni rascar la zona tratada.

• Hidratación constante: Aplicar cremas reparadoras y calmantes.

• Protección solar estricta: Utilizar un fotoprotector de amplio espectro (SPF 50+) para evitar la hiperpigmentación post-inflamatoria.

• Evitar la exposición directa al sol y fuentes de calor intenso.

• No utilizar productos exfoliantes o irritantes hasta que la piel esté completamente recuperada.

• Aplicar compresas frías para calmar la piel.

• Utilizar cremas hidratantes y reparadoras indicadas por el especialista.

• Evitar la exposición directa al sol y usar protector solar de amplio espectro con un SPF de 50 o superior, ya que la piel estará más sensible.

Realizado por un profesional médico cualificado y con la tecnología adecuada, el tratamiento es muy seguro. Los efectos secundarios más comunes son leves y temporales, como enrojecimiento leve e hinchazón que suelen desaparecer en pocas horas. El principal riesgo, sobre todo si no se realiza correctamente o no se siguen los cuidados, es el empeoramiento de la mancha o la aparición de zonas más claras (hipopigmentación). De ahí la importancia de acudir a un centro con experiencia en el manejo del melasma.